martes, 25 de septiembre de 2012

Sin darnos cuenta.

El problema empieza cuando te das cuenta de que dependes completa y absolutamente de una persona, de un ser imperfecto, al igual que tú, pero que roza la perfección con cada uno de sus gestos, cada una de sus palabras, miradas o hasta parpadeos. Que te demuestra que es imperfecto, ya que tropieza, al igual que tú, pero que se levanta, y, sobre todo, que se levanta porque tú le tiendes la mano y esas imperfecciones te encantan, mueres por ellas, porque ya dependes de él como del respirar, como del sentirte bien, el sonreir, porque todo te lo da él.
Aunque, en realidad, llamarlo problema es un error. Solo puede convertirse en un problema cuando te falta el calor de esa persona, te faltan sus sonrisas, sus besos, sus abrazos y hasta su aliento a milímetros de ti. Pero piensas que ese problema tendrá fin, que llegará el día en el que le volverás a abrazar, y lo harás como nunca, y no querrás separarte más de él. Pero teniendole delante, no se puede llamar problema. Ya que algo que está lleno de sonrisas inocentes, como si de niños se tratase, nunca puede ser un problema.
El problema empieza cuando ves que estás jodido. Jodidamente enamorado.